Zense wa Ken Mikado. Konjou Kuzu Ouji (Vol. 4) – Capítulo 9

Capítulo 9 – Intenta hacerme desenvainar

No es bueno.

Intenté huir con todo mi esfuerzo, pero aquel escenario, clavada en mis ojos como una película, no pude.

“Si tan solo…”

No tenía que cargarla.

Miré a Elena y casi me quejo en voz alta, pero me detuve justo a tiempo.

Gracias al intercambio previo, tenía una idea relativamente buena sobre la habilidad de aquel hombre grande.

Aquella velocidad de reacción. Había bloqueado mi patada, pero debería haberle dolido algo de regreso en algún punto: sin embargo, no mostró señales de dolor. Estaba obligado a admitir que él no caería fácilmente.

… Como sea, no tenía la más mínima intención de luchar con mi “Spada” en esas ruinas. De todas formas, dije explícitamente que no desenvainara mi espada.

Incluso si la desenvainara, no podría luchar a mi máxima plenitud.

Luchar mientras se protege a alguien no era mi especialidad.

Mi estilo original consistía en luchar sin considerar mi propio cuerpo, dejar que mi enemigo corte mi carne y romper sus huesos. Si peleara mientras protejo a alguien más, mi destreza de lucha se vería afectada.

Entonces…

Escuché una voz.

Era un tono con el que no estaba familiarizado. La persona a la que me recordaba era…

“Déjame ayudarte.”

El hombre al que Elena llamaba Raem se había acercado a mí.

Uno de los subordinados de Elena, a quien había conocido recientemente.

Él apenas me conocía y me miraba con sospecha hacía unos minutos, pero, aparentemente, bajó su guardia un poco.

“Solo un idiota seguiría actuando hostil mientras proteges a nuestra princesa así.”

Mis dudas se habrían revelado probablemente: Raem respondió a mi pregunta sin pronunciar, su rostro estaba tenso.

Quizá él se refería a que no sería tal idiota.

“… Así que, ¿Qué crees que debería hacer? Seguiré tus instrucciones, hasta que salgamos de aquí.”

Era un misterio por qué diría que quería proteger mis órdenes, pero Raem expresó sus razones luego.

“Ver lo que acabas de hacer ha sido suficiente para saber que eres más fuerte que yo. En vez de arriesgarme a interponerme en tu camino, estaría mejor que siguiera tus ordenes desde el principio, ¿no crees?”

“… Eso es útil.”

Estaba agradecido honestamente con esa oferta.

Como fuera…

“Tu nombre es Raem, ¿no? ¿Cuántos segundos podrías mantener a ese sujeto gigante ocupado?”

“Ja, ja… ¿Yo contra Ese Siniestro Izak?”

“¿Lo conoces?”

“Sería difícil encontrar a alguien que no conozca a un Héroe famoso como él.”

“Ya veo. Se supone que sea el más fuerte, después de todo.”

Recordé cómo Cohen describió el Ataúd de Hielo. Con la patada que le di, podría decir que el título no era en vano.

“Podría contenerlo por 4 segundos, y eso.”

No le diría “el más fuerte”, pero él era un oponente poderoso, sin duda. Su fama no era inmerecida.

Mientras el tiempo pasaba, sentí cómo la intimidación que él emanaba crecía gradualmente.

“Cuatro segundos…”

Correr desde aquí hasta la salida, quebrar la barrera de hielo que la sellaba y huir seguramente del Ataúd de Hielo, todo mientras cargo con Elena. ¿Podría ser posible en cuatro segundos? Definitivamente no.

En ese caso.

“Entonces la dejaré contigo.”

Necesitaba conseguir todo el tiempo posible para que Elena escapara.

Habría preferido que ella corriera con sus propias piernas, pero su daño mental no se curaría tan fácilmente. La única esperanza a la que se aferraba se había convertido en una ilusión… su recuperación seguramente tomaría tiempo.

Dejé a Elena con Raem, luego exhalé.

“… ¿Qué planeas hacer?”

“No importa qué planes tenga, no puedo hacer nada con peso muerto que me arrastre… Antes que nada, conseguiré suficiente tiempo para que ella pueda salir de aquí.

“Así que encuentra una oportunidad de sacarla de aquí lo más pronto que puedas”, añadí.

Incluso si tuviera que pelear contra el Ataúd de Hielo, estaba por sacarlo de las ruinas. Y no sabría si podía derrotarlo mientras cargaba a Elena.

… No es como si no tuviera posibilidades de ganar, pero, en ese caso, Elena no sobreviviría. Cuando lo noté, me maldije a mí mismo por haber tomado esa tarea tan problemática.

Asegurar el escape era parte de la promesa que le hice a Cohen.

Si no lo mantenía, no podría ser capaz de aprender sobre la mente maestra detrás de las abominaciones.

Además, si ella era tomada por el enemigo, una nueva y peligrosa Abominación nacería: un resultado del que odiaba tan solo pensar.

Proteger a Elena era un absoluto imperativo en ese momento, incluso así, no tomé mi “Spada”. Sabía las razones muy bien.

“… Soy tan frío como siempre, ¿eh?”

No podía evitar sonreír y reír levemente.

Imaginé un conjunto de escalas.

El deseo de mantener las ruinas, de un lado, y la idea de proteger a Elena a expensas de las ruinas.

La opción que elegí era la anterior.

Incluso, si fuera difícil luchar en las ruinas, si empuñara mi Spada, la tasa de supervivencia de los humanos a mi alrededor incrementaría si dudas. Porque el Ataúd de Hielo se obligaría a concentrarse en mí únicamente.

“Ja… Ja, ja… Lo sabía. No he cambiado nada.”

Nada cambió.

No puedo cambiar nada.

Cada vez que enfrento situaciones como esta, veía claramente qué clase de persona era. Cómo nada de mí había cambiado del pasado.

Feli y los demás me decía “amable”, pero, incluso así, estaba pensando cuán fácil sería si pudiera acabar con las personas conectadas a mí… ¿Una persona “amable” pensaría así?

Me di cuenta, una vez más, que era la misma persona que antes y me sentí aliviado.

“Escucha, Rudolf. Quizá estábamos locos desde el principio, y solo no nos dimos cuenta.”

Naciste en el mundo equivocado.

No estás… loco.

Incluso si otros me dijeran esas cosas, mis pensamientos estaban llenos de mierda. Y nunca sospecharía que hubiera nada malo con ellos.

“¿Qué está pasando? ¿Poniéndose conversador de repente, chico? ¿Te volviste loco o algo?”

“Oh, lo lamento. Mis emociones están muy inestables todo el tiempo, verás.”

Tan pronto hablé, me estaba exponiendo. Esa era la prueba. Excepto ese hábito que adquirí quién sabe cuándo, mis palabras siempre reflejaban mis arrepentimientos y culpa. Así que me vi y juzgué a mí mismo.

“Si estás dispuesto a prestar un oído, ¿podría hablar por un par de horas?”

“¡Ja, ja, JA, JA, JA, JA, JA! ¡No hay ni un hueso en mí con la intención de perder mi tiempo en charlas, chico! ¿De verdad pensabas lo contrario?”

“Si dijera que sí, ¿escucharías?”

“Adelante, intenta. Solo no me llames cobarde por lo que haga en respuesta.”

“… de veras.”

Ataúd de Hielo me dijo que siguiera hablando si quisiera: sin embargo, no dejaría de mecer su arma. Su declaración era tan obtusa que se sintió casi refrescante.

“… ¿En dónde está tu arma, chico?”

Asumí una postura con un centro de gravedad más bajo, listo para reaccionar en cualquier momento. Ataúd de Hielo me observó e hizo una pregunta.

Mi Spada seguía en su vaina, colgando de mi cinturón.

“No la necesito. No estoy de humor como para desenvainarla… aún.”

“¿Oh? ¿¡Uuuh?! ¡Se necesitan agallas para decir algo como eso ante el Siniestro Izak!”

“La desenvainaré si las cosas se ponen peligrosas, por supuesto. Tengo razones para no morirme aún, así que… Si no te gusta que no use mi espada, adelante e intenta hacer que la desenvaine, tipo grande.”

La luz en los ojos del Siniestro Izak cambió.

“Iré y te obligaré, entonces.”

Sus palabras frías alcanzaron mis oídos.

Había una distancia buena entre ambos, pero sus palabras reverberaron en mis orejas como si hubieran sido dichas junto a mí.

El siguiente instante, algo sacudió mis sentidos alertas.

El cuerpo gigante de Ataúd de Hielo se retorció en la oscuridad, como si hubiese disparado una bala de cañón.

… Eso fue jodidamente rápido.

Una impresión honesta se gestó en mi pecho, pero no tenía el tiempo ni el lujo de expresarlo en palabras.

Esquivé por reflejo la punta de su lanza, un empuje de tal impulso que creó una ráfaga de viento.

Desde esa posición, giré mi cuerpo para dar una patada giratoria desde atrás de mi oponente.

“¡¿Cómo… esquivaste eso…?!”

El sonido de un impacto pesado sacudió mis tímpanos.

Una vez más, mi pierna chocó contra su arma.

Sonidos afilados.

“Aunque, ese fue un movimiento tonto.”

Vinieron de mi pierna esta vez.

Ataúd de Hielo burló mi decisión de herir mis piernas, la fuente de mi movilidad, pero…

“… Nop, no te puedo escuchar.”

“Nnh… ¡¿Nnnnggghh?!”

Ignorando el dolor pesado que venía de mis piernas, completé el movimiento de mis piernas.

Escuché el sonido de algo quebrándose, pero, en mi caso, no era necesario preocuparse por ese grado de daño.

Pulverizando y rompiendo.

Algo salió de las sombras de mis pies y envolvió mis piernas por unos segundos. Hundiéndolas en sonidos desagradables. Era el único método de mi Spada para forzar mis heridas a curarse. Era doloroso, pero extremadamente efectivo.

“… Uh, ya veo. Esa es magia interesante.”

Ataúd de Hielo había retrocedido por mi patada, pero permanecía en sobre sus pies, de brazos cruzados, mientras me estudiaba.

“Ya que te puedes curar, no necesitas ser muy cuidadoso, ¿no es así?”

Ataúd de hielo asintió con una expresión convencida en su rostro.

“Hmm, qué razonamiento más estimulante.”

Ataúd de hielo reaccionó a mi estilo de lucha, el cual desconsideraba cualquier dolor que pudiera sentir, entrecerrando sus ojos y sonriendo con placer.

“Ya decidí, chico.”

En términos de habilidad de batalla física, sobre Siniestro y yo, podría decirse que éramos iguales.

Parecía que o había mayor diferencia entre nosotros en ese momento, pero, ¿qué pasaría si desenvainara mi espada?

Había una razón probablemente.

“Haré que desenvaines esa espada.”

Los incontables fragmentos de hielo, que existían silenciosamente hasta entonces, empezaron a romperse.

“Tenemos la oportunidad extraña de luchar. Contenerse sería una verdadera lástima. ¿No crees, chico?”


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