Zense wa Ken Mikado. Konjou Kuzu Ouji (Vol. 4) – Capítulo 8

Capítulo 8 – Alcanzando los pasos

Observé a Elena, caminando junto a mí, y le hice una pregunta a Cohen.

Si no tuviéramos un destino determinado, seguramente, sería mejor sacarla de las ruinas lo más pronto posible.

Basado en la situación actual, como sea, era prácticamente imposible hacerlo en ese momento.

“… Eh, Cohen Socaccio. ¿Por qué trajo el Imperio a Elena hasta aquí?”

Ahora sabía por qué Cohen quería proteger a Elena… pero, todavía no podía ver la razón por la que el Imperio la puso en la mira.

Haría más o menos sentido si planearan sacar provecho de su posición como ex princesa, pero, juzgándolo por su conversación hasta ahora, claramente no era el caso.

Cohen respondió a mi pregunta como si le hubiera dicho algo obvio.

“Porque ella es una víctima.”

Creí escuchar un suspiro después de su respuesta.

“… ¿de las Abominaciones?”

“Exactamente. Parece que la calidad de las “Abominaciones”, como les dices, depende de la persona que les da vida. Una persona promedio se convierte en un monstruo promedio. Si es que tienen un alto poder mágico, se convertirán en un monstruo más avanzado. Finalmente, un “ingrediente” que se siente desesperación ante el mundo se vuelve en una especialmente poderosa.”

Cohen le arrebató una una mirada a Elena.

“Una mezcla de un poder mágico elevado y desesperación como la suya haría una combinación excepcional. El Imperio seguramente la consideraría un ingrediente de la mejor calidad, ¿no es así?”

Y continuó.

“… Desesperación…”

Para alguien como yo, quien creía solo en acabar con ellas, matarlas, sacarlas de su miseria, la información de Cohen era completamente nueva.

Pensando en ello, tenía sentido, y probablemente sería verdad.

“Si es que es así, ella debe ser protegida a cualquier costo.”

“Por favor, hazlo. El momento en el que Elena se convierta en una Abominación, esas ruinas se convertirán en escombros. Lo puedo ver en mi cabeza.”

Técnicamente, las ruinas estaban en el territorio de Dietsburg. No sería bueno si fueran destruidas, incluso les había desarrollado afecto. Ciertamente no quisiera que desaparezcan.

“Así que, no me importa si tienes que ponerte violento, sácala de aquí de inmediato, y…”

Cohen no terminó su oración. Un silencio misterioso llenó el ambiente.

El sonido de guijarros siendo pateados y rebotando sobre el suelo de piedra flotó hacia nosotros desde la distancia.

Seguido por una ráfaga de viento.

Una brisa que enfrió nuestra piel y la acarició, justo como el viento del norte.

El acercamiento de la presencia causaba un hilillo de sudor en mí. Mis instintos me decían que era tiempo de moverse.

“Desenvaina tu espada, Fay Hanse Diestbug.”

La orden repentina de Cohen casi me hizo alcanzar la empuñadura de mi sable, pero me detuve.

“… ¿Qué estás haciendo?”

“Perdón, no creo que la deba usar aún.”

Respondí a la pregunta del irritado Cohen contradiciéndola, en un tono desinteresado.

Una vez entramos a las ruinas, me había convertido en el guardia de Elena.

Si no desenvainaba mi espada tenía una mejor oportunidad de engañar a mi oponente, incluso engañarlos para que bajen su guardia.

… Para asegurar que Elena escape de las ruinas, el mejor método para mí sería enfrentarme al enemigo, pero…

“No quieres ver esas ruinas destrozadas, ¿o sí?”

La presencia del enemigo.

La atmósfera de Cohen.

Juntas, claramente expresaban que la persona que se acercaba no era un ser humano normal.

Enfrentarlos frente a frente seguramente destruiría las ruinas.

“… Es cierto, pero…”

“Por otra parte.”

Continué, con una sonrisa en mis labios.

“Mi espada no es tan barata.”

… Un movimiento, un asesinato. Mi corazón y mi cuerpo es un eterno campo de batalla.

Fay Hanse Diestburg nunca mentiría antes de ese juramento.

Mi espada se desenvaina solo cuando sea necesario.

Y concluí que ese momento, no lo era.

A eso me refería.

“… Seguramente eres un bocón.”

Después de unos segundos de silencio inesperado, Cohen se apartó de mí, con una expresión conflictuada en su rostro. Probablemente entendió que no tenía sentido decirme algo más.

Creí haber visto una mezcla de curiosidad y resignación en sus ojos. Como si quisiera ver lo que podía hacer.

“Ja, ja… ¿No te gustan los bocones? Personalmente, creo que es mejor que las personas que se anticipan a sí mismos.”

Palabras que se burlaban de mí desde hace mucho, mucho tiempo, quien solía decir “No puedo” casi por costumbre.

Sabía que nadie más que yo podía entender la ironía de esas palabras, pero igual reí abiertamente.

Mi trabajo era escoltar de forma segura a Elena afuera de las ruinas.

Las ruinas estaban protegidas por una barrera de ilusiones, probablemente creada por Traum.

Conocía las características únicas de sus ilusiones, a tal grado, que estaba seguro que salir de las ruinas aseguraría la efectivamente su integridad.

Consideraba tales ideas, cuando…

“Sé cuidadoso todo el tiempo. Nunca bajes tu guardia.”

Cohen me advirtió de nuevo, con tensión en su tono de voz.

“No hay rangos entre los Héroes, pero si tuviera que hacer un ranking…”

Las siguientes palabras de Cohen fueron interrumpidas por un bajo y doloroso rugido.

“¡MUUUYY BIEN HECHO! ¡LECTOR DE CORAZONES!”

Junto al sonido de algo quebrándose y rompiéndose, el aire disminuyó en temperatura.

“En términos de poder de lucha puramente, el Ataúd de Hielo es definitivamente el número uno.”

“¿Ah…?”

Mientras Cohen terminaba de hablar, tuve que moverme rápidamente al lado de Elena.

La razón era la silueta que vi al frente, en la oscuridad, a donde la luz de los faros no alcanzaba aún.

Era lo suficientemente grande para pertenecer a un gigante. Mis instintos me indicaron que no se trataba de un oponente a subestimar.

Al siguiente instante, un grande, y sonriente rostro emergió de las sombras. Una sonrisa perfecta para un dominio del infierno.

“Tenemos que salir de aquí, Elena.”

Las siguientes acciones fueron ejecutadas lo más rápido posible.

Tomé a Elena, quien seguía de pie, quieta, ahí con una mirada vacía en sus ojos, y sin esperar la reacción de sus subordinados Ulle y Ream, intenté salir.

Los seres humanos no pueden sino reaccionar con duda a los eventos repentinos. Al final, así es como se suponía debía actuar.

“… ¿uh? Parece que tenemos a una rata traviesa aquí.”

El piso se sacudió.

Un impacto y una sacudida feroz, causada por el hombre grande apuñalando el suelo con el borde desafilado de su lanza.

Basado en sus palabras y reacciones, concluí que notó mi presencia. El apresuramiento de mi decisión se reveló a todos.

… Supongo que no fue una buena idea.

No sería sabio intentar eludir al hombre grande y dirigirme a la salida de las ruinas.

Sería una decisión normal en esta situación; incluso si no dejara de correr, buscando salir de las ruinas lo más pronto que pueda.

“Esa chica le pertenece al Imperio. Bájala niño. Ahora.”

“Di lo que quieras. Me iré de acá, sin importar quien seas.”

Rechacé las palabras del hombre grande, intimidado, y seguí corriendo.

Elena murmuraba los nombres de sus subordinados, pero, ni yo podría haber podido encargarme de los tres al mismo tiempo. Solo podía esperar que hayan podido arreglárselas de alguna forma.

“No sé si eres su subordinado o algo… Pero la pequeña oportunidad creada por el Lector de Corazones no puede ser derrochada así, ¿ves?”

Un sonido de destrucción hirió mis oídos. Podía escuchar ecos de eso antes, pero ya se había vuelto en una bulla real y clara, raspando mis oídos.

Como sea.

Ya sabía el apodo de ese hombre.

Ataúd de Hielo. Era sencillo imaginar qué llevó a ese hombre a ser llamado Héroe.

“Voya cortarte esas piernas tuyas, espero que no te importe.”

Un crujido.

El siguiente sonido, el suelo bajo mis pies, de repente estaba cubierto… por hielo.

La estrategia de Ataúd de Hielo era simple.

Después que perdiera mi balance por el hielo, él cortaría mis piernas con una barrida de su lanza. Algo así.

“Ja, ja.”

La situación se hacía cada vez más tensa. Los alrededores estaban cubiertos por la oscuridad. No podía ver el rostro del Ataúd de Hielo claramente, pero podía notar que era mucho más viejo que yo. Su postura de batalla compuesta también demostraba que no era precisamente un novato en términos de artes marciales.

Así que reí.

En mi corazón, me burlé de él total y completamente.

… Hombre, eres muy ingenuo.

Conocía lo suficientemente bien cuán peligroso podía ser huir de espaldas a tu oponente. Solo un claro tonto actuaría así.

Así que hice todo lo que pude para evadir esa situación. Era una regla de oro cuando se trataba de huir.

En términos más concretos, eso significaba…

“¡Rrraaarhh! ¡Ni te atrevas a mirar a otro lado!”

 Elena seguía sobre mis hombros, moví mi cuerpo en el aire.

Con aceleración repentina que no pudo ser anticipada, me acerqué a mi enemigo en un instante, luego, liberé una patada filosa como una navaja contra la cabeza del hombre grande.

No pude aguantarlo.

Puse toda mi fuerza en ese golpe, sin reservas.

La patada tomó por sorpresa al Ataúd de Hielo, haciendo que sus ojos se estremecieran por un instante.

“¿Ah…?”

Reaccionó sosteniendo reflexivamente su lanza al frente, en una postura defensiva.

Mi golpe alcanzó a su lanza, así que él la movió a una postura distinta.

El choque, como fuera, solo duró unos segundos.

Pronto se rompería, enviando a uno de sus participantes a volar.

“Creí que eras del tipo que se apoyaba en la fuerza física.”

Cuando pronuncié esas palabras, el cuerpo gigante de Ataúd de Hielo saltó hacia atrás.

Las ruinas eran mucho más grandes que lo que su apariencia desde afuera sugería. Adentro, solo las antorchas dispuestas en intervalos regulares proveían alguna iluminación ¿, El número de antorchas era, definitivamente, demasiado poco para el tamaño de las ruinas: como resultado, estaban sumergidos en la total oscuridad en la mayoría del lugar.

Un golpe repentino lanzado en un ambiente con tan poca visibilidad.

Quizá las cosas serían distintas en una situación normal, pero, en esas circunstancias, sería considerado fatal.

“… Eso fue un poco rudo, pero tendrás que disculparme.”

Ataúd de Hielo fue desplazado y, al final, produjo un sonido de quiebre. Seguido por los sonidos de algo desmoronándose.

Me disculpé por causarle daño a las ruinas, luego, rápidamente, traté de continuar mi escape, cuando…

“Diluvio de Ataúd Granizo.”

Una terriblemente calmada y fría voz resonó en los alrededores.

“¡Quédate ahí, bastardo!”

“Ja, ja, ja, ja…. ¡JA, JA, JA, JA, JA! ¡Ese fue un golpe pesado! ¡Creer que vería el día cuando alguien tan pequeño como tú me venciera en fuerza! Como sea… Esa mujer se queda acá.

Siguió mis palabras de alegría.

Cuando el hombre habló, una niebla helada empezó a dirigirse por el aire hacia mí. Fragmentos delgados y filosos de hielo aparecieron en todos lados, haciendo sonidos de cristales.

Antes que pudiera notarlo, esa niebla de granizo había cubierto mi campo de visión.

El único camino que guiaba afuera no estaba precisamente sellado. Tan pronto como me di cuenta, sentí mis músculos faciales tensarse: para ocultarlo, forcé mis labios a sonreír.


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